(Voy de paso. Entre una piedra y otra piedra,
mi vida sigue su curso... hacia la muerte.)
Pero nada te detiene. Eres la escarcha, el beso,
la saeta que vuelve locas las crestas del mar.
Entre una marejada y la peña del desenfreno,
el asombro del pálpito en el espejo.
Veo hacia la ventana y cuando te aproximas,
escucho a tus ojos en un susurro que descalabra.
En silencio, se elevan los lagos al compás de la luz
y aceleran la metamorfosis del nuevo abandono.
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