El viejo se alza sobre las montañas,
la tierra se seca y el pájaro cae;
tañe el rocío al compás del sonido antiestético del páramo.
¿A qué navío sin entrañas nos devuelve la madrugada?
Temprano esclarece la sangre como dos candelabros heridos de muerte.
Cada flor es un reloj que aún no marchita, cada perro es un crucero,
un mundo inexplorado e inhóspito ante el ojo de la hojarasca.
─¡Cada quien llueve a su manera! El viento ajetrea la hierba pegada a los autos,
en las aceras chisporrotea la indiferencia como cualquier género musical;
mas vos, arrancada de sí, inesperadamente te posaste sobre mis desdenes.
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