A veces uno aprieta el gozne de los espejos,
se zambulle la estrella en un vaso con pequeñas porciones de abismo;
heme aquí, entre luciérnagas y oscuras nadas golpeadas mediante el plenilunio.
Siempre es inevitable sufrir de vigilias y en un abrir y cerrar de ojos desaparece,
desaparece usted con ese rumor de páramos y hospitales encapuchados.
(El oráculo jinetea las linternas amputadas de los breñales.)
Aunque mis ojos no alcancen a ver la lejanía y el escalpelo de las imágenes;
aunque vos, posesa, desnuda, vacía como una tormenta en el desierto,
me llames a altas horas desde el patíbulo, jamás lograré llegar a tiempo.
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