Cumplo.
Entre las náyades
hoya el plenilunio
con esbelta voz
y sinceras señales.
Los bejucos hablan
al ver caer las nubes
sobre el pálpito seco
y árido de los ríos.
Cada quien cose siglos,
aunque sea en espejos rotos;
los mares
se vomitan de sí mismos.
El viento abre la boca
para gritar una vez más...
¡JUSTICIA!
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