Casi es posible
palpar el ciprés
que trae entre sus dientes
la señora de harapos sombríos;
tañen enseguida los espejos,
los espejos de las purpúreas ojeras.
Mas allá de todo esto,
hay alguien, hay algo,
una enorme viajera.
¿Quién sabe a quién busca?
¡Quién sabe a qué juega!
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