Ahí donde tiritan las ramas
y el pájaro entra en escena;
ahí donde los relámpagos entran con furia
y entretejen con sigilo el extraño nombre de la dama.
Ahí frente al balcón,
donde exquisitamente cuenta las gotas un niño;
ahí donde cualquiera se convierte en un tronco labrado
y es culpable hasta de asesinar en silencio el alma de los peces.
Ahí como hoy,
sufre de agonía y de vértigo el ojo dibujado en las paredes;
ahí donde manchan con sangre las páginas y la vieja fosforescencia.
Hay sangre aquí y allá, la única diferencia,
es que aquí ha perdido todo su color.
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