Cuando el tiempo muerde su propia sombra.
Cuando los féretros gotean de las pestañas del precipicio.
Cuando las fotografías en blanco y negro destiñen su sonrisa
y pintan los alabastros de mermelada y sangre ancestral.
Cuando las colillas encienden la sed de los relámpagos.
Cuando el reloj marca la herida en punto.
Cuando las noches son devoradas
por otras criaturas incluso más sombrías:
se abre el telón y montamos ese teatro de luz,
donde se revela el dolor, pero se disipa la angustia;
ahí, dentro de ese mundo, pregonamos sin esperar nada de la nada,
pespuntamos para bordar el frío, para otros impensable;
saltamos sin lugar a dudas hacia el abismo, lo hermético nos atrapa.
Pero ante todo sabemos, que cuando se trata de vómito,
a todos nos hiede igual el jugo gástrico del exorcismo.
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