En cada huella, el sol burbujea como mil colibríes tendidos
sobre la carretera.
Inclúyanme, dije. Danzan mil sombras alrededor de la mía que
ya no es mía.
Cualquiera huye de la hojarasca, salvo el viento que jinetea
la sangre como feliz verdugo.
Tal vez una piel dócil acepte los güistes. El pantano es el lugar
más apropiado,
fragua como hechicero cualquier artefacto sin pedir
prestadas las herramientas.
Hay pájaros amargos, nubes plomizas, pero ninguno es igual a
este trozo de lágrima.
A borbotones, sombras de rostros incalculables miden el
vuestro, lo miden,
lo miden y lo aúllan; sombras, lotos negros, orgullo del vaivén de un gato mágico.
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