Hoy, quiero vaciar mi espíritu.
Ceñir en cada hoja petrificada el aliento rescatado de las
sombras.
Suelo caminar a diario por donde nadie camina,
escucho a piedras sonreírle con cierta agonía a los peces,
escucho voces, zampoñas resquebrajadas desde adentro,
hojas que parten en dos al viento, veletas ahogadas por los
relojes.
En mi memoria guardo un estanque inusualmente muerto,
en él conservo cuanta presencia se avecine o estreche mi
gélida mano,
en él conservo el susurro de los árboles, aquellos árboles
mudos,
aquellos árboles que absorbieron el silencio de una cabeza olvidada,
aquellos árboles que bebieron de un sorbo la ácida caricia del cielo.
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