En un barco viejo navega una estrella,
deambula aquí y allá una agonizante luciérnaga;
de dónde viene, en el estanque se ahoga un policía sin
costillas.
─¿Por qué escribo palabras con palabras sacadas de lo
clandestino?
Son ataúdes los que llueven y adornan las ojeras de los
girasoles.
Marea tras marea se vive y se muere como otra ave más, más
pasajera.
El tren viola los estatutos de la monotonía, el estiércol se
funde con el arcoíris.
Mañana será otro día en el que los periódicos alimenten la
boca del mendigo.
Los perros ahuyentan la manifestación de las moscas de la
biblioteca;
suicidio, un trabalenguas de relámpagos épicamente acaba con
mi vida.
Este no es un poema tropical, sino un patíbulo, donde cada uno recoge sus pupilas.
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