Érase una vez una historia
que nunca fue contada
porque alguien prohibió
que de ella se hablara.
Fue en una cárcel de rejas chicas,
con techo de medio astro
y puerta con quince centímetros de largo.
Ahí yacía cautivo un espíritu,
espíritu de lágrimas verdes,
verdes plumajes verdes
del espíritu con deseos verdes.
Era un espíritu, sí,
un espíritu de verdad,
un espíritu arrebatado
de un bosque sideral.
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