El aire, el polvo, la mesa, el taburete.
El rostro gotea como retrato emblanquecido por el olvido.
He intentado contactar con el sótano, tu cabellera está
quemada,
las líneas telefónicas han sido sumergidas al fondo de
mis heridas.
El jardín devuelve el perfume de tu sexo, mas no sé qué
hacer;
puedo intentar ahorcarme, suicidarme con los vestigios de tu
saliva alrededor de mi cuello.
Puedo intentarlo. Reinventar tu muerte ante mi sarcófago
o quitar el musgo de la piedra. Las estrellas me entregaron tu carta.
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