Había mujeres frágiles,
sumisamente salvajes,
su corazón ardía,
sus ojos fluían como arroyos posesos.
Era un pueblo cubierto con niños congelados,
no había hombres, solo espantapájaros,
no había piedras, solo relámpagos;
todos soñaron con cementerios y hojarascas,
el pintor terminó destruyendo su pintura.
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