Más allá de la olímpica exquisitez de la bóveda,
una ola cruza la dimensión del sollozo, en su pecho hay
sacerdotes de gorgojos,
vitrales con telarañas cubiertas de polvo finísimo del
espantapájaros.
¿Hay alguien ahí? ─Preguntas─, mientras en el depósito hay
lunas vomitadas,
chimeneas por donde sale el humo estertóreo de los relojes
del cosmos.
Más allá del pálpito inexplicable de los sarcófagos:
el discurso continúa como arroyo entrecortado en las
cloacas,
tan inexpresivo como un puñado de relámpagos cubiertos del
patíbulo;
a los pájaros se les ha caído el nido en un charco de
colores,
de él surgió un legajo de sirenas, un levantamiento de estrellas.
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