Es tan claro el armario que guarda lo desvencijado del sube y baja.
Entre tanto sollozar y morir, el viento juega a los viejos carteros,
los tragaluces juegan a las escondidas en la trinchera del recuerdo;
mientras vos, zigzagueas como siempre entre navajas amarillas
y arrastras a todos los que nos hace falta una piedra para escupir.
─Por cierto, el carrusel de lo perdido ha extraviado sus corceles.
(¿Eres espía?) Aún no se acostumbran mis vagones a la herrumbre.
(Aquí hacen falta niños para gobernar, hacen falta hojas para soñar.)
La incertidumbre no es más que un péndulo en la garganta del cisne.
Cuando todos pongan pie en tierra, quizá el Arca ya se haya ido
y las pancartas y marquesinas solo anuncien la caída del ego.
Cuando todos sepan repartir alegría, los payasos ya serán parte del bosque
y sus zapatos un mundo elaborado con lentejuelas, zafiros y diamantina.
Cuando todos abran las cortinas, cuando todos exorcicen sus yerros,
vos y yo, ya estaremos al otro lado de lo que ahora es la nada.
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