En mis ojos ardía un infierno compuesto de ramas y oscuros
silencios.
La ceniza arrojaba hacia afuera lo que pudo ser una voz
titilante y desnuda.
En mí ahora sobrevuelan gritos y pájaros coagulados como
relámpagos.
Les entrego mis ojos ─muchos los entregan─, mas yo los
entrego como un eclipse no vendido.
Bajo mis pies hay muchos regalos, muchos de ellos son plantaciones
de harapos,
muchos de ellos son niños con tambores hechos con hambre,
muchos de ellos pertenecen a la dinastía del olvido.
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