La voz es un pez callado tras la pared.
Tiene miedo, sí, lo tiene; miedo de perder la cadencia,
miedo de sacar a la luz las sombras coloreadas de vino
tinto,
miedo de sacar los pájaros heridos a la superficie.
Caer o no caer, heridas hojas vuelven vivas las manos
crispadas,
relojes furiosos, bajo la alcoba hay caras de niños
asustados como espejos.
Cada madrugada el cisne recoge con sus alas todo sollozo,
los sueños crean nidos grises en cada pupila tallada sobre la piedra.
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