Cada noche las hojas tienen sombreros cuyos rostros son
ajenos.
En la ventana yacen las manos posadas de un viento amputado.
Los grillos tocan una sonata parecida a la de una lluvia de coágulos.
Entre los árboles hay pupilas como cortinas rasgadas por los
espectros.
Nada de mi locura es cierto cuando recojo pedazos de luz del
manicomio.
Aliento inflamado. El mañana no existe cuando se corta la
raíz de las flores.
Mañana diré sí o tal vez no, mientras los pájaros trabajan
el hierro desde sus huevos.
Tristes esquirlas. Alas entrecortadas por las voces
enjauladas de un tronco en llamas.
Sobrevuela la vida, ahí donde los peces son los peores asesinos de la historia.
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