Observo las flores. Parecen estar vivas
y sin embargo no lo están. La noche arrecia sobre un
costado,
los relojes asedian las pupilas carcomidas de los espectros
olvidados bajo el puente.
Vigilia pausada. Esqueletos asiduos al arribar el tranvía
que trae más y más temores.
Huellas y más huellas. Niñas y más niñas bordan en su piel
lo que queda de su dignidad.
¿Qué más nos espera? ¿Cuántos soles se rendirán a la lujuria
de las claraboyas?
Hay niñas y más niñas perdiendo las únicas hojas en la fase
oscura del soplo oscuro.
Hay un jardín. Ya no hay un jardín. Las flores fueron poseídas por el vaho.
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