(No hay noche que no fluya la sangre,
ni día en que duerma la esfinge.)
De algún modo, somos títeres del tiempo.
─Por si acaso, he amputado los hilos del incienso.
Yo, sigo tratando de beber del calostro que trae el vendaval;
escucho voces, espectros tras la horma del espejo,
mi vida se ha tornado en un instante irreal:
ya no me parecen bálsamo las gotas de la intemperie
y estoy por beberme una taza de sus despojos.
─Quiero volver a mis días de inocencia.
(¿Habrá algún lugar no inventado para los pájaros?)
En realidad, ya no hay aliento en el colirio del rocío,
ni en la linterna donde la luz se ha tornado amarilla.
─Hemos vestido a la Luna con un manto desgarrado
y a la Tierra con un páramo, somos, la antropofagia de los días.
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