¿Cuántas velitas hay que encenderle a la muerte
para que deje abandonado su compromiso?
Mientras el periódico publica su más reciente tortura,
yo publico mi más reciente angustia.
─Aquí, las mujeres no mueren por el parto,
sino por la orfandad que se desborda de sus ojos.
El amor es una ventana abierta al vértigo,
una puerta teñida con mirto, un esqueje sembrado en el aire.
(¡Cuánto insomnio cae del cielo!, lo siento en la retina de mi lengua.)
La noche no se quiere olvidar de mí y los murciélagos lo saben,
puesto que no me quitan su mirada torva de encima.
Por suerte, hoy terminé de esculpir mi tótem,
pero cobró vida y terminó siendo víctima de mis desdenes.
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