Tengo en mis pulmones una fábrica de tizne
y no soy un tabaquero de profesión.
La muerte tiene lujuria hacia mí y no me he suicidado todavía.
No soy de aquellos que escriben bajo la noche cristalina
y pintan de color magenta el hijillo de los periódicos.
No puedo escribirte (amor) sin esta inmolación de por medio.
Tengo que caminar ─sígueme, si puedes─ pero te perderás en mis laberintos.
(He tenido muchos orgasmos, mas no el definitivo en tu arcoíris.)
Lo tendrás cuando la distopía trabaje de equilibrista en los andenes,
verás cómo laureles y chupamieles vuelven de entre los muertos;
ahí descubrirás que no hay cielo desmayado, ni capa de ozono corroída.
─Frente a mí, las estampillas de aquel canto original de los pájaros.
El alba alcanzó mi sótano y yo no estuve, me perdí en la vigilia.
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