La noche atraviesa la horqueta con sus estragos.
(Es cierto, que en el hilo de tu niñez forjaron un demonio
y con él duermes todas las noches y se te sale por la boca.)
Siempre es inoportuna la borrasca en el buche del crepúsculo.
─La impiedad se ha vuelto un escarabajo en la carretera
y vos (amor) lo vives desde la clavícula resquebrajada del mundo.
Ya no sé si creer en el porvenir o en el presente de las sierpes;
¡ay, amor, si te quitaras las alas de utopía y bebieras del odre pútrido,
en unos minutos estuvieras cruzando el río Aqueronte con o sin sandalias!
No hay oportunidades para el desaliento, yo lo sé y vos también,
ya que estamos frente a un huerto de imposibilidades.
─El estiércol jura holgazanear ante un espejo roto.
Y nosotros, ¿con qué escarcha póstuma nos identificamos?
Yo, no quiero morir para que revelen mis contradicciones,
sino vivir para ver morir el vórtice de las alcantarillas.
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