Cada camino como un golfo de
lágrimas: laberintos opacos ordenados alfabéticamente de este a oeste, de norte a sur; dos
rostros, son dos rostros a la deriva, veletas con direcciones opuestas al pico enardecido del
silencio. Las hojas son ojos que lloran y susurran sordomudamente al sonido
secuencial de la inexistencia. ¡Nada pervive! Aquí la voz está hecha de escarcha programada para
quejarse de sí misma. Y los árboles sonríen enloquecidamente como sensatas
piedras arrojadas al río que sirvió de sepultura para un par de pájaros. Quizá seas un enigma,
un beso perdido en la galaxia donde anida la inocencia o la crueldad misma. El sol baja y junto a él el mástil. Cada estrella te entrega su resplandor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario