Un verso cae al agua
y se hiela con la sangre.
En este tiempo desmesurado de la linterna:
escucho como las nubes palpitan en el espejismo,
atisbo los trenes que salen del espejo,
me da por saltar del andamio de los dinteles,
pero enseguida me encuentro con el pie en tierra.
Después de todo, nuestros colmillos son de barro
y nuestros ojos son de un letargo de cipreses.
(Camino en este desván del desvarío.)
Yo, solo espero la mortaja que viene como lied.
Es tarde, nuestros temores despiertan como vampiros
y se internan en el bosque para protegerse
de la niebla que acecha el iris de sus lenguas.
Me apetece un sorbo de tu líquido escarlata
para vomitarlo luego en las páginas de mi angustia.
Pero sin duda, me darás serpientes en una taza
para que sienta el veneno que separa tus piernas
y que hace tiritar a menudo el cuello de tu insomnio.
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