Los grillos traen la noche
como un vórtice de hojas.
Bajo la hojarasca fría:
la danza empapada de oscuridad,
el fluido que perfora el aire,
el ímpetu que desgasta el borde,
el pozo desbordante de tus pistilos,
lágrimas pálidas con sabor a elixir.
Esto no es un vaivén afrodisíaco,
esto no es una taza de niebla,
esto no es un sudor cualquiera,
esto es un reloj sin agujas
y un follaje con sabor a fémina.
Me permites
bajar lentamente por tus cactus
-sin espinas-
para complementar mi saliva
con tu caldo de concupiscencia
que arde luego en mis plumas;
brotan de tus poros las fantasías
y toman forma en tus caricias.
Estamos fríos por dentro,
quizá ya es hora de hundirnos
como submarinos hechos de esponja,
bajo la cascada de aguas termales
y hacer de nuestros órganos
dos diamantes de tempestad.
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