Bajo los cielos: la flor se estira como los gatos al despertar,
el cayuco bosteza, mientras las magnolias se abren al paso de las abejas;
¡ah, cómo lloran de felicidad las nubes!, ¡cómo pasan las garzas!
Tú, amor, observas la alegoría de la primavera,
no puedes creer que aún sobreviva tanta hermosura bajo la saliva.
(Aún creo en los topos de obsidiana, así como en los laberintos del espíritu.)
Yo, nunca creí en la promesa de las armas, tampoco en la burguesía de las tarántulas;
ahora solo creo en los petates y en los estertores bajo los puentes de la herrumbre.
Después de todo, siempre he pisoteado la indiferencia de los buitres,
he caminado con un tiro al blanco en el pecho, pero nunca he olvidado mis armas:
la pluma y el papel con los que pespunto cada asfixia que inician los pudientes.
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