En la ribera seca del párpado: la escorrentía frente al dolor que se amontona.
En esta hora: la lluvia sacia la sed del estiaje y cae agua en plato vacío;
mientras en el huerto, se masturba el idiota frente al vértigo de los pájaros.
(Hoy en día, el espejo sigue empobreciendo al harapo del desarrollo.)
¿Qué horizonte puedo ver en tu pupila?
Cuando los ríos están hartos de tanta inmundicia,
cuando en los campos ondulan niños descalzos, soberbias sepulturas,
cuando en las flores hay gotas negras y el colibrí muere de insuficiencia renal.
¿Cuántas chozas existen al borde del despeñadero?
¿Cuántos ermitaños hay todavía en los desperdicios de la burocracia?
─Cuando el río suena, algo lleva ─decía mi abuelo con risa triste─.
Es cierto, lleva las caras infinitas de la muerte, lleva la podredumbre,
arcoíris manchados con la alforja del eco; sin duda, empobrecemos
y a cada momento, Gaia llora con un cactus atravesado en el esófago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario