Vivo encerrado en este elipsoide de insurrección (y no sé por qué);
sin embargo, comienzo a creer en las luciérnagas, trenes de la noche.
Frente a mí, la lluvia se encierra en su ataúd recalentado
(y vos) junto a mí, transfiriendo los datos de una evocación a otra;
─yo, siempre sigo dudando entre hacer la diferencia o volverme diferente:
mis pensamientos aún no están lo suficientemente ordenados como mis dientes,
pero saben cuándo desgarrar el blues fatídico de las sombras... sin sombra.
(Tras el espejo, la luz de un difunto casi borrada por el polvo.)
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