Ya no hay asombro en los dientes cariados de la lluvia.
Llueve. Tengo sed de pez, tengo hambre de rocas y guijarros;
de por sí las cadenas han atravesado mis palpitantes ojos.
¿Qué podré llevar para el camino? ¿Algunas lágrimas que te sobren, amor?
Sin duda la borrasca se llevó mis saudades en sus carretones de asma.
Quizá pueda amarrar la ilusión al mástil de las luciérnagas.
Quizá no pueda mantener por más tiempo el vuelo. Quizá caiga.
Quizá pincele el árbol en las osamentas. De pronto, tañe el panal
y dibuja flores cósmicas en el páramo de mi memoria.
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