Leda de Nicolás Kalmakov
Nací respirando momias por los ojos.
Perturbado desde el 4 de junio de 1988.
Soy el que diseña caminos en el aire,
el que tiñe su camisa con el sexo de los moluscos,
el que bruñe vértigos y los convierte en intangible utopía.
Tengo casa aquí, allá, y sin embargo duermo a la intemperie.
Nunca he sobresalido como humano y creo que tampoco como muerto;
también sé de cuántas lágrimas están hechas las tormentas
y de cuántos espejos rotos están hechos mis espantosos dedos.
He guardado los días que he vivido y mi bolsillo ya se ha roto,
roto como las sillas del viento o como las muletas rotas del cielo.
¿Habrá lugar para mí en este oleaje de trenes? Me digo.
A veces cocino, pero nunca he podido concluir un huevo frito.
Nunca tuve infancia, mas pienso que cuando llegue a decrépito la tendré.
Fui un niño que elevaba bolsas plásticas y ocultaba sus sueños en las nubes;
ahora resulta que no sé en qué nube habré ocultado mi atormentada sombra.
Mi ocurrencia está llena de alambrados e incoherentes infinitos;
desde luego, no me importa lo que digan los cuervos,
ni lo que piensen esos estúpidos y endemoniados vitrales.
Soy un ser aburrido de tantos desdenes y tumbas falsas,
soy a quien no le importa si el océano se seca mañana
o si el mundo deja de existir por negligencia de los cadáveres.
Soy el que se acuesta en las ascuas olvidadas del abecedario
y tiene sexo con una luciérnaga y otra por largas horas infatigables.
Soy mentiroso, he comido polillas y he masticado a muchos payasos.
Por cierto, antes de escribir todo esto, me miré a un espejo
y le pedí convertirme en lo que ahora soy... otro cisne invisible.
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