En algunos recovecos de la memoria: la sed de tripular el navío del musgo,
la austeridad ulterior al vértigo, los zapatos de la duda, los zancudos del patriotismo;
siempre es indivisible la sartén donde cuaja o muere el soplo de los violines.
Algunos dicen haber visto hablar a la almendra, yo les digo que se corten los ojos
y la escuchen hablar antes de que el soplo corra sus telones hacia el olvido.
A veces uno no sabe si al abrir las ventanas caerán difuntos del dintel.
Este invierno se ha tornado un mal espejismo gótico, una sonata de naufragio,
una fuerte brizna con añicos de harapo en sus lodazales, aviso insondable.
De pronto el aliento vuelve a chamuscar los andenes, del vómito nacen los anuncios,
del llanto surge el pronóstico ambarino, horóscopo lleno de anémonas y güistes.
Hay tanta niebla en las guitarras grises de la niebla, ya ni te encuentro,
ni encuentro sosiego en tus montes astrales. ─Sombrío el pozo, embustero.
Es hora de horadar al verdugo con un puñado de piscuchas y vergeles;
porque los niños serán los que vistan de índigo y beban lo que quede de vos.
una fuerte brizna con añicos de harapo en sus lodazales, aviso insondable.
De pronto el aliento vuelve a chamuscar los andenes, del vómito nacen los anuncios,
del llanto surge el pronóstico ambarino, horóscopo lleno de anémonas y güistes.
Hay tanta niebla en las guitarras grises de la niebla, ya ni te encuentro,
ni encuentro sosiego en tus montes astrales. ─Sombrío el pozo, embustero.
Es hora de horadar al verdugo con un puñado de piscuchas y vergeles;
porque los niños serán los que vistan de índigo y beban lo que quede de vos.
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