Entre el espumarajo del artefacto:
muchas caracolas bostezan con un
puñal en el aliento,
hay verbos sin contar el estertor y
troncos con lágrimas en el pómulo.
─Aquí sucede lo mismo cuando las
libélulas hablan o escupen,
la noche es un pañuelo humedecido
con los harapos del suplicio.
(En verdad oscurece cuando la tarde pierde su vestido, todo ocurre,
tan
inverosímil como el monstruo oculto tras el laberinto del ojo.)
Ya no son muertos los que caminan, son tumbas con flores y extremidades.
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