Caminaré
y romperé el silencio junto al canto de los pájaros. Luego comeré a trozos los pedazos
de carne del árbol que llora, gime, cual mujer arrepentida después de arrojar a
la basura
una parte de sí. Sin embargo, las marionetas se reirán del tótem guardado como
tesoro en
la garganta del páramo. Caen las hojas, como el cabello engangrenado de los
espectros. Caes
tú, caigo yo, caen todos en el abismo forjado con todas las náuseas arrojadas
por la ventana.
El mar está lleno de llanto, de sangre, incluso de lujuria destilada por
espejos próximos
al tranvía del oscuro. Una esfinge acostumbra a hacer preguntas, cada una a
cada hoja
que cae. De pronto, la luna se vuelve una esfera de espinas, un hospicio, donde
cada uno acude a internar sus tumores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario