De nuevo, giro mi cabeza 360° hacia el vendaval.
El crepúsculo se oye bajar como roca por el precipicio de
las ojeras;
dime que no es cierto todo esto, esto que siento como espuma
bajo mis pies.
Cada camino está hecho de estrellas traspapeladas. (Has perdido tus dientes
y tus alas las heredaron el viento salvaje y el hollín
perpetuo de las chimeneas.)
Las veletas del tragaluz están más locas que un puñado de
gaviotas sin mar;
olas negras cubren mis pies, cual laberinto para ya no
caminar nunca jamás.
Quizá sea cierta mi tumba, quizá sea cierto lo que veo cada
día entre el polvo;
ahora es cierta la tumba que para mí oculta el armario en su voz de silencio.
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