Lamentablemente la muerte no quiere renunciar a su salario.
¿Habrá alguna posibilidad para el horizonte?
¿Habrá alguna esfinge que pueda convertir en piedra a la zozobra?
Entre lo inverosímil y lo verosímil, la sed en la garganta de las sandalias,
los despojos de una lágrima que no puede tocar fondo,
las huellas casi borradas de un armadillo que cruzó los límites del crepúsculo;
hoy, las noches se han vuelto copas de ponzoña, los árboles ya no cantan,
les han cortado su idioma; entre tanto, los cerdos eligen en su pocilga su sátira.
(Hay dos crepúsculos: uno para el traspié y el otro para amanecer en el abismo.)
Sin embargo, seguimos juntos ─vos y yo amor─ en este mundo agrietado,
buscando tortugas ecuestres entre las piedras, jugando otra vez a ser niños.
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