El añil del cielo se enfrentó a un vértigo insoslayable,
las nubes bebieron plomo, los perros huyeron de la bestia,
el musgo se había convertido en una pandemia
y hasta los volcanes guardaron horas de silencio.
(El Leviatán sigue vertiendo su carroña en el pocillo.)
Aquí, lo irascible del camuflaje se apoderó del verde pasto,
las flores vomitaron coágulos, los girasoles perdieron luminiscencia,
los laureles fueron atravesados por las máquinas del diablo
y los ríos se convirtieron en el transporte más apropiado para la muerte.
Al final se llegó a un acuerdo, pero lo que nadie sabe:
es que el olivo que llevaba el ave, se convertiría en el próximo holocausto.
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