Me siento como el despojo de aquella hojarasca virgen.
Solo. Adusto. Sin lágrimas. Con un racimo de relámpagos en el pecho.
Ningún pájaro canta a esta hora, salvo los grillos con sus sonatas de invierno.
Estoy completamente árido, devastado, como aquel río flotando sin sentido,
como aquella alondra que tirita frente al calor interno de las begonias dragón.
(Descoloridas las penas sembradas en el vergel del tiempo. Cadáveres sin fuego.)
Tiritan rojos los cabellos a lo lejos, contagiados de hijillo contraen a los árboles.
Ya sabrás, ya sabrás cuando el temblor toque a tu puerta; ya no habrá agua sexual,
ni tampoco excremento en las aceras, el coma etílico se está apoderando del alba.
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