Entre las olas busco el verdadero carruaje hacia su limbo.
Entre la espuma, entre las rocas, entre los arrecifes,
busco la puerta, la civilización que carga en sus huesos.
(¿Qué adverbio de tiempo puede conectarnos con su templo?)
He buscado también en las turbinas, en las piedras del ave nunca vista,
en las entrañas del sexo y lo único que encuentro son rastros nada más.
Envío cartas y todas regresan en pedazos, ni la bruma sabe nada de ella;
sin embargo, los cuervos (saben algo) y tengo que descubrirlo.
No es su nombre el que me interesa, ni sus aterradores seudónimos,
es el color de su sangre, la interrogación de mis extravíos.
¿Tendrá enjaulado su corazón en alguna parte?
De alguna manera, he vuelto a llamarte y a llamarte y a llamarte;
mas no contestas, la línea está ocupada y mi cuerpo está muerto.
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