El niño abre sus ojos
y tal es el asombro
al ver a una liebre
herida por el polvo.
De su cuerpo salían hilos,
de sus ojos el mar brotaba.
El niño lo toma con cuidado
y le limpia la tristeza con un trapo.
Ahora el conejo brinca alegre
y actúa como hace años;
(pero su mayor satisfacción
es brindarle amistad
a aquel niño sin hogar.)
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