Abajo, en la contraportada invisible del ahora,
el laberinto en el que muchos se embarcan
y en el que pocos intentan encontrar el cerrojo.
─Es casi prostíbulo la diadema en los andenes.
Inundan las baldosas: vos sabes que son la cascada del sexo,
la servilleta para el desagüe de las pupilas.
(Oscuro el día en que tu cuerpo se volvió vendimia.)
─Untada en ébano, la sangre de moda. Ha vuelto a caer el templo,
el profanador: el tiempo, su manufactura y su aparente galantería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario