(¿Qué harás con el miedo?)
Arca.
Tengo en mi costado una herida de sombras,
la Luna vigila cada paso que doy, cada lágrima,
cada bostezo; es una manera de morir lentamente.
Qué haré con tanto retrato, con tanta luciérnaga extraviada,
con tantos despojos acumulados en el ombligo de mis páginas;
si los trenes ya no le cantan a la madrugada
y las vías férreas son un camino de cadáveres,
¿qué imágenes le puedo mostrar a mi hijo?
Arca.
Mi respiración se ha vuelto a paralizar,
me siento marchito, al igual que una piedra estertórea.
Detrás de mí, hay cobras que envenenan mi sangre
y hojas que inyectan otoños en mis ventanas.
(Entre una hoja y una piedra, la reverencia hacia el pantano.)
─Escuchar el grito de los que veneran, escuchar sus quejas,
escuchar a su espíritu cayendo en las cárcavas del hechizo.
No se comparan a mis monstruos, ni al puente de mis miedos.
Arca.
Tengo veintiséis años en cada pupila,
en total suman cincuenta y dos;
y sin embargo, me siguen atrayendo los gatos, la noche;
pero eso no significa que venere a sus monstruos.
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