Porque no hay
odre que no gotee sangre,
ni montaña que no
llore por tanta fosa de gangrena;
¿será cuestión de
antropofagia? Dicho esto los claveles se agazapan,
las flores se
estremecen al paso de una luz casi espada,
rueda el guijarro
y pule el ojo ahogado de una almendra vacía.
A pesar de todo,
enjuago mis ojos con la poca utopía que queda;
es decir, escribo
sobre un campo de lamentos verdes, grises, índigos
y pese al teatro
que monta la muerte junto a sus bufones,
sigo como en
aquel tiempo donde en mi vida no existía la palabra.
En tanto a vos,
ruego que me lleves ante la presencia de tu verdugo.
¡Espera! Soy yo…
De cierto modo, he contribuido a tu hemorragia.
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