Se movió mudo el silencio
y dijo algo.
No dijo nada.
El ángel de la ira, Rafael Alberti
Me muevo entre los hongos,
entre la sangre, soy un rumor mudo,
busco la simetría del musgo,
mis intestinos están llenos de ojos licuados.
Evoco aquellas lenguas de almendra, gárgolas sin sueño,
que a raíz de mi utopía se tomaban de las manos
y se besaban bajo la herida irreparable del aliento.
Sin saberlo había pespuntado telaraña en las baldosas
y ya estaba preparado el camino para la antorcha del elixir.
¡Era hora de intercambiar alegría
por unos cuantos tabancos de congoja!
(Ahora lo inverosímil siembra la espera, caracoles ecuestres,
pirámides de granito, alambiques de angustia.)
El arpa y vos amor, disfrutan de las grosellas. ¡Nunca nos separaremos!
Una vez más el murmullo. Atisbé el murmullo ciego de los semáforos.
¿Escribí manicomio en las páginas? Los muertos también sufren de migraña.
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