A ese bosque de sonrisas de almíbar, de orquídea sonámbula,
bajo como un torbellino de fuego, como un pescador de tormentas;
el éxtasis tiene sus propios mausoleos. Cada poro tiene su muelle,
su faro, un auditorio en donde los grillos disfrutan del zigzagueo
y con la lengua recogen la sal dulce del sótano etéreo y póstumo.
Para muchos es un pantano de escorpiones, un viaje abrupto,
una arista en donde se une el enjambre, una simple ventana sin cortinas.
Tal vez no te des cuenta, pero en cada contacto, el vaho de mis paranoias,
el ir y venir de las olas casi sublimes. Todo acto de apetito se sacia en el césped.
Lancemos las páginas al viento y dejemos que el prurito hable por nosotros.
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