Todos, aquí, en este país, alambique de zozobra.
Junto a las begonias del suspiro, el juego del caos y sus marionetas.
Junto a tu corazón abierto al cuchillo, las murmuraciones inicuas,
los espejos parlantes del consumismo, discurso salado de los buitres.
Los andenes tienen miedo, las bolsas negras están aburridas de ocultar tanta fetidez;
hay tabiques marcados por la indiferencia, hay besos temblorosos bajo las sábanas.
(¿Acaso tenéis miedo al viento, acaso tenéis miedo al abismo de las libélulas?)
Ya he sentido los tentáculos de las moscas, la plusvalía y sus latigazos de colirio;
hoy me resta viajar en el ferrocarril del infinito y perforar las llantas del sistema.
Algún día habrá necesidad de payasos, mas éstos no estarán fétidos por dentro;
ya estoy aburrido de las carcajadas de las escaleras y de las corbatas de las termitas.
Al final le dejo la cruz de metal, a aquellos que nacen con los huacales llenos de riña,
a esos que traen en su cacaxtle distintas formas de expresar sus dolores de parto.
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