Cuando la puerta se cierra, se abren las rejillas del crepúsculo.
(Decime vos, ¿habrá puente de metal que no converse con polillas?)
─El cielo gime, moja y quema el alma de los árboles póstumos.
Vos y yo, engrilletados a la culpa y a las arenas paradójicas de la esfinge.
A pesar de todo, seguimos siendo pastores del caos,
pastores del viento, monjes con corazón de góndola,
alborada marcada con X y algoritmos. En cuanto a ti,
sigues siendo el imbécil de siempre, ya que todavía murmuras...
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