Solo pienso en el papel higiénico de los espejos. (El del oasis.)
Pienso en el plomo que abunda en los ojos de las moscas.
Pienso en la escoria extenuada de los cipreses.
Solo pienso en el asco que han de sentir los intestinos de las piedras.
Quizá ni el llanto lave los pañuelos del vértigo, ni vos desnuda,
porque es tan cierto el frío que deshiela la piel de mis jardines.
¿Qué caballete puede sostener un paisaje relleno de podredumbre?
Se escucha eco, el de la luz y el instante ahogado en los desagües.
Podrás venir y gritarme en la boca cuanto quieras, tragar del péndulo,
pero tu garganta será corroída rápidamente por los espectros;
luego te darás cuenta de que las sombras en tu aliento, son más inmundas
y más amarillas que el estiércol de un cerdo sobre el arcoíris.
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