El polvo ha reemplazado el pálpito metafísico de los niños.
La pintura se torna de un color inexplicable: ronca,
suspira.
Bajo el guijarro se oculta un pedazo de luna arrebatado de algún sueño.
─¿Comemos o morimos? Sin embargo, el paraguas late y enrojece
los andenes,
llora páramo temeroso, pañuelo de mares herméticos, sombra
de ancianos sin sombra,
laureles de hojas sin hojas, sin ojos. Nubes taciturnas,
rellenas de odio y carmín.
Hay huesos sobre huesos, hojarasca sobre hojarasca, pieza gutural de la alborada.
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