Aquí, en esta casa deshabitada,
la congoja tiene envoltura de oscuras manecillas,
cada grieta, cada muerte es una nota fría escrita con güistes.
(Aquí, también hay güistes y espectros y féretros con pómulos redimidos.)
La muerte está cerca, los ladrillos son imitadores de asfixia,
la niebla explota como olas enfurecidas contra la nada.
Inevitablemente la rosa negra derrama un poco de sudor sobre vosotros,
ella expande sus enormes alas fabricadas bajo una borrasca de opio:
¿Con qué apagaremos tantas voces hundidas en la ciénaga?
¿Quién pondrá su mano para recibir la cortada del frío monstruo?
Al final, seremos los mismos muertos los que muramos y recibamos la misma escarcha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario